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Incursiones psicoanalíticas en la política.

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La política echa a perder el carácter.

S. Freud (citado por P. Gay)

 

“No hay agrupamiento humano que no esté estructurado por el discurso del amo."

Colette Soler.

Hace unos días conversando con un colega murciano, de dilatada trayectoria profesional en la salud mental, y muy implicado en todos los proyectos que han surgido desde la antipsiquiatría y la psiquiatría comunitaria, me preguntaba por qué los psicoanalistas no se han implicado más en el cambio de modelo de salud mental, por qué parecían estar tan adaptados al status actual, por qué convivían tan fácilmente con el poder establecido. Me vino a la mente instantáneamente aquella novela de J.  J. Millas El desorden de tu nombre, donde el personaje del psiquiatra anda tan ocupado en lograr un ascenso que no se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor, concretamente la desafección de su pareja, que busca en otro lado lo que él parece no le puede dar. ¿Será eso lo que reprimo de mi memoria? ¿La sustitución de los ideales por el poder? ¿La vieja discusión entre comunistas y anarquistas: primero tomar el poder y luego hacer la revolución o viceversa?

He de reconocer que la pregunta de mi colega me impactó, creo que esa pregunta me ha estado orbitando todo el tiempo que intentaba organizar este escrito. Adelanto ya que no creo haber encontrado la respuesta.

 

Así que espoleado por la pregunta, qué pasa con los psicoanalistas y su implicación política y social, pensé que probablemente, en cada momento, cada generación ha ido implicándose en la dinámica del poder, en función del lugar social que ocupaba, pero también determinada por la manera de teorizar el propio psicoanálisis, la práctica psicoanalítica, la concepción de la relación analista - analizando, el ideal de la cura. Dos elementos para organizar una pequeña investigación: la diacronía histórica por un lado, las implicaciones sociopolíticas del modelo teórico con el que se trabaja.

 

Al mismo tiempo y desde ante de pensar en esta intervención, me interesaba el nuevo fenómeno de la política española, Podemos. Se trata, al parecer, de la formación política en la cual la presencia del psicoanálisis  - como instrumento de análisis -, pero también de los psicoanalistas en lugares clave, es más evidente: tanto en los círculos, como con por la presencia de algunos analistas de cierto renombre que parecen actuar como consejeros áulicos. Finalmente no es difícil encontrar en algunos textos muy vinculados al territorio Podemos, o en conferencias o mesas redondas, argumentaciones y análisis en los cuales la teoría psicoanalítica es empleada como referente privilegiado por los autores.

Un ejemplo de lo dicho concierne a  uno de los más relevantes teóricos, muy cercano a Podemos, Carlos Fernández Liria,  éste dice en su último libro - “En defensa del populismo” –, que el pensamiento político debería aprender del mundo del psicoanálisis, no conseguí entender qué, así que supongo que se refiere a los materiales que la teoría psicoanalítica brinda para pensar las motivaciones, a menudo no transparentes, del comportamiento humano; porque si con “el mundo del psicoanálisis” se refiere al funcionamiento  de las instituciones psicoanalíticas, a sus problemáticas internas, a la manera de abordar la disidencia y la heterodoxia, o de admitir en su seno la polémica, o su relación con el poder establecido, me temo que lo que pueda encontrar sólo le sirva más para un manual de intriga política.

Como escribe Juan Carlos Volnovich, analista argentino de prestigio y reconocida independencia,  es en las instituciones analíticas donde se produce: “la escabrosa secuencia de luchas de poder, gestión de pacientes, mezquindades personales, ocultamiento de textos, robo de dinero y canibalismo de todo tipo”. O como denuncia I. Vegh, destacado miembro de la A.M.P. :  "nos cansamos de pelear por pequeñas trayectorias, por miserias".

 

Esta es una de las paradojas fundamentales, desde mi punto de vista, que afecta al psicoanálisis: siendo evidente que éste surge con una promesa de liberación del individuo, aporta las herramientas para que esa liberación sea posible, sin embargo, hay que decir que como institución sus posiciones a menudo son muy conservadoras, cuando no abiertamente reaccionarias. Hay que diferenciar por supuesto, entre la herramienta y la mano que la maneja. Esta esquizia está presente desde la fundación de la primera sociedad psicoanalítica.

Evidentemente a lo largo de la historia los analistas han intervenido en la política de modos muy diferenciados: desde las posiciones de Freud, un liberal desconfiado de la política[1], a la de Jung que acepta presidir la sociedad psiquiátrica alemana al amparo de los nazis, pasando por los que huyen de la guerra en un periplo que les lleva primero a Europa y luego a América en la mayor parte de los casos, los que se alistan en la resistencia como Edith Jacobson, o las que se incorporan a la revolución soviética como Sabina Spielrein, para morir a manos de las SS en Rusia. Destinos múltiples, elecciones múltiples.

crítica, como es tradición en el psicoanálisis francés, con la deriva psicoanalítica estadounidense.

 

Como decíamos, probablemente el primero en inaugurar el campo fue precisamente Freud, a pesar de su aparente neutralidad o indiferencia, Freud ya lo intentó con el Malestar en la Civilización, este fue el resultado:

 

            La verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe  incluirse una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo. Homo homini lupus: ¿quién se atrevería a refutar este refrán, después de todas las experiencias de la vida y de la Historia?

Más allá del pesimismo que pueda destilar la cita, la consideración del otro es fundamental en la obra de Freud y la idea de conflicto como inevitable. El hombre es un ser de conflicto, Freud distinguirá dos dimensiones básicas del conflicto: el conflicto interno y el conflicto con el otro, podríamos decir el conflicto con el otro interiorizado, el conflicto con el otro externo. Si bien el fundador del psicoanálisis priorizó el primero, probablemente corresponda a los psicoanalistas atreverse a pensar el segundo.

La primera generación de psicoanalistas tuvo entre sus filas no pocos elementos cercanos al socialismo o a la izquierda marxista: A: Adler, W: Reich, P. Federn, S. Bernfeld, E. Fromm, H. Marcuse … Incluso cuenta Caparrós[2] que en los famosos miércoles de la Sociedad Psicoanalítica de Viena se dedicó una sesión al tema del marxismo, a cargo de Adler.

Otra institución muy influyente en la Europa previa a la II Guerra Mundial, que indagó en la relación entre psicoanálisis y marxismo,  fue la Escuela de Frankfurt. El Instituto para la Investigación Social, fundado en esta ciudad con  el mecenazgo de la familia Weill  – comerciantes judíos de origen alemán emigrados a Argentina -, desarrolla la bautizada por Adorno como teoría crítica interdisciplinar en la cual el psicoanálisis tiene un papel fundamental para explicar la fuerza de la irracionalidad, la alienación del proletariado, el autoritarismo, la liberación de la mujer, etc… Fromm  tuvo ahí un papel fundamental hasta que se alejó de la Escuela. Marcuse fue también muy relevante, no tanto en su periodo alemán, pero ya en su primer exilio suizo, y finalmente tras su emigración a Estados Unidos, donde se convirtió en uno de los referentes del movimiento estudiantil de mayo del 68.

La izquierda freudiana europea desapareció o emigró a Estados Unidos cuando es inminente la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente daremos cuenta más a fondo de este hecho, relevante como pocos en la historia del psicoanálisis y su inserción política. Uno de los hechos más notables es la evolución ideológica de no pocos de los analistas que emigran a EE UU.

Podríamos decir que el momento de mayor influencia política del psicoanálisis, o al menos el más conocido, es el que corresponde al periodo inmediatamente posterior a la segunda gran guerra. Como acabamos de referir, se da la circunstancia de que un enorme número de psiquiatras y psicoanalistas europeos, muchos de ellos judíos,  emigran, huyen de Europa y del nazismo para recalar la mayor parte de ellos en Estados Unidos. No es el único destino, otros darán lugar al movimiento psicoanalítico en Méjico, Argentina, Brasil, Chile, incluso Canadá, donde un psiquiatra español Miguel Prados, funda la sociedad psicoanalítica canadiense.

Por razones de espacio y tiempo declinamos la posibilidad de delinear los flujos políticos que los psicoanalistas han impulsado, principalmente en Argentina, Francia o México, por citar los que presentan una realidad más visible. Citaremos solamente la paradoja del exilio a EE UU, donde  un número considerable de analistas centroeuropeos, junto con algunos norteamericanos (Putnam, Brill, Jellife…) van a dar lugar a uno de los episodios de mayor confluencia e implicación política de los psicoanalistas, con la intención de contrastar ese tiempo histórico y esa confluencia, con el momento actual en la política española.

En Estados Unidos tiene lugar esa compenetración máxima, entre un grupo de emigrantes que buscan reconocimiento y prosperidad, y un país con necesidad de reconstruir una identidad nacional poderosa para salir de la Guerra.  Por encima de todo se trata de integrar en un proyecto común a las oleadas de inmigrantes que llegan a la tierra Prometida,  ese proyecto común es el american way of life, mientras que el fordismo, la producción industrial en cadena, triunfa como ideología económico social. Es un buen ejemplo de lo que Fernández Liria denomina clase hegemónica. Hablo de que la política consiste como explica Fernández Liria en el hecho de que una clase, la clase hegemónica, convence al resto, sin utilizar la violencia, de que su solución, no sólo es la mejor, sino a menudo la única: no hay otra alternativa. Esta última es la razón preferida porque ahorra todas las demás, se llama posibilismo. Estos días está de nuevo muy de moda.

 

La influencia de ese grupo de analistas fue extremada, en todos los ámbitos de la sociedad, desde las instituciones psiquiátricas y de salud mental, hasta la cultura. El modelo que sostiene tal implantación social se llama Ego Psychology y sus premisas fundamentales serían las siguientes: “la noción de adaptación, el abordaje psicológico en psicoanálisis, el reconocimiento de una zona a-conflictual y de funciones autónomas del yo, el rechazo de la noción de pulsión de muerte, la introducción de la noción de self y el refuerzo de la perspectiva genética en psicopatología”[3].

Los analistas americanos ocupan lugares de privilegio en las clínicas, en los hospitales, multiplican sus consultas privadas para atender a una clase emergente, pronto llegan a formar parte de la élite social y cultural del país. Son personajes públicos que participan de la cultura, atienden en sus divanes herméticos, silenciosos y ortodoxos a innumerables públicos y poderosos.

 

Hay un libro de investigación periodística excelente, Hollywood on the couch, escrito por dos periodistas norteamericanos, en el podemos calibrar la penetración y la influencia que tienen estos analistas, de origen centroeuropeo en su mayoría, en la cultura cinematográfica americana de los  años cincuenta y sesenta del siglo pasado, también da testimonio de los atropellos cometidos. Analistas con una fuerte nostalgia de su pasado europeo, lo cual resulta paradójico respecto del ansia de integración que resaltan algunos historiadores, sobre todo europeos y sudamericanos.

En su Diccionario de Psicoanálisis, que no es un diccionario sino una enciclopedia, Roudinesco dedica una entrada  extensa al artículo Estados Unidos, en la cual destaca el papel de acogida fundamental ejercido por los Estados Unidos respecto del psicoanálisis, aunque ella prefiere decir freudismo: sin esa acogida el psicoanálisis probablemente nunca habría ocupado el lugar de relevancia que ha llegado a tener. También añade la autora que si bien llegó  a confundirse con la propia psiquiatría, después pasó a ser, según palabras del mismo Freud: criada para cualquier servicio de la psiquiatría. La autora también responsabiliza al psicoanálisis norteamericano de “destruir la unidad misma del pensamiento freudiano”. Tendríamos aquí que considerar si el concepto de unidad es preferible al de multiplicidad, hablando ahora de sistemas de pensamiento, sea en este caso, el freudiano.

En todo caso, me parece que Roudinesco y Plon menosprecian el auge del psicoanálisis norteamericano, especialmente a partir de lo que se ha dado en llamar el “relational turn”, movimiento psicoanalítico que ha revolucionado la escena norteamericana, y las consecuencias que pueda tener en cuanto al porvenir del psicoanálisis en los EE UU, sin olvidar que, todo lo que se origina en Nueva York, trasciende al mundo.

 

 

Actualidad política del psicoanálisis

           

¿Tiene pues el psicoanálisis algo que aportar a la política? ¿Es posible desde la ciencia del Inconsciente delinear las relaciones de poder?  Nadie en el campo psicoanalítico ha estudiado este asunto como Castoriadis cuando distingue entre el poder explícito y el poder instituyente, al que denomina infra-poder para señalar su invisibilidad. Castoriadis trata de pensar las estructuras de poder y su funcionamiento, más allá del psiquismo individual y aislado, en el terreno de lo social y de lo histórico, terrenos estos poco transitados por el psicoanálisis ortodoxo.

“Freud ofreció la perspectiva de mayor alcance sobre el funcionamiento de la dominación”, dice Jessica Benjamin en un libro que tiene un título engañoso Los lazos de amor,  hay que fijarse en el subtítulo para ver de qué va: psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación. Probablemente uno de los textos claves de esta nueva corriente relacional.

El problema de la dominación es el problema del pensamiento hegemónico, o del pensamiento único, es la imposibilidad de pensar por fuera de un campo, es la sensación de que las cosas son de un modo y no pueden cambiarse. Una perspectiva angustiosa para un paciente, pero también cuando ese sentimiento se extiende socialmente. Blecihmar ha descrito muy bien este estado en  “El desmantelamiento de la subjetividad”, un retrato muy atinado de la Argentina de finales del XX y principios del XXI.

Al problema de la dominación se corresponde obviamente el de la sumisión, del sometimiento, presente en la crítica política, pero muy ausente de los modelos psicoanalíticos de corte individiualista. Dentro del psicoanálisis es evidente que  Castoriadis ha dedicado más atención que ningún otro a los procesos políticos intentado analizarlos desde un punto de vista en el cual el psicoanálisis es una herramienta valiosa.

Creo que el pensamiento feminista ha sido otro impulsor notable en la renovación del psicoanálisis, su puesta al día, una puesta al día que implica, como dijo Silvia Bleichmar, sostener los paradigmas, desprendiéndose del lastre. Evidentemente eso cuesta: la nostalgia, la sensación de un mundo que se va, la pérdida de los puntos de referencia a los que estamos habituados. También ha permitido una recuperación de lo exógeno, de lo social, de lo intersubjetivo.

Aludiamos al principio a los dos ejes, el diacrónico o histórico, pero también el de las derivaciones sociopolíticas que se desprenden del modelo teórico sustentado. En este segundo supuesto, vemos que el denominado “giro relacional” propone, entre otras transformaciones, un cambio notable en la consideración del status y del rol del psicoanalista, en una perspectiva que ya habían inaugurado en los años 50 autores como Rascovsky, P. Heimann, L. Tower o M. Little. El analista pasa a considerarse un sujeto también en campo terapéutico y su implicación subjetiva deja de considerarse un obstáculo para constituirse en herramienta básica. Del psicoanalista considerado como ideal del yo del paciente, o representante del gran Otro, pasamos al analista como un sujeto semejante aunque diferente al paciente, sujeto al inconsciente podríamos decir.

Esa deconstrucción del lugar del analista, mostrando las líneas que lo atraviesan, no puede darse sin que de ello se desprenda una lectura política.

            En realidad si pudiéramos encontrar una constante en estas incursiones psicoanalíticas en el mundo de la política y de lo social, yo diría que el problema a pensar es el lugar del otro.  Desde luego en la cita de Freud que rescatábamos antes quedaba claro.

Aunque podríamos considerar el problema de la alteridad como de índole filosófica, tenemos que reclamar que para el analista, para el terapeuta, como señala Miguel Angel Torres en su ponencia, nada humano le es ajeno. El problema de la alteridad tiene su vertiente clínica, pero indudablemente tiene un carácter social y político indiscutible. Los analistas en la historia del pensamiento analítico han abordado el problema del otro en diversos momentos, desde puntos de vista no concurrentes.

Es evidente que en la teoría lacaniana el otro y el Otro ocupan lugares diferentes y no complementarios, sin embargo los derroteros lacanianos llevaron más a pensar el Otro y no los otros. No obstante nadie ha profundizado antes con la agudeza de Lacan, en lo implica la alteridad en el psiquismo humano, la alteridad externa, pero fundamentalmente la alteridad interna, el otro extraño que habita en mí.  En el psicoanálisis relacional el otro vuelve a recuperar un lugar en el pensamiento psicoanalítico, pero esta vez vuelve a ser el otro con minúsculas, otro fenoménico, el otro como semejante y a la vez diferente.

¿Qué idea nos hacemos de la alteridad? ¿quién es el otro y como lo tratamos? Ya hemos visto lo que dijo Freud en ese texto escrito entre las dos guerras mundiales, eso debió influir algo, aunque los biógrafos de Freud no son muy partidarios de los condicionantes sociales salvo para construir una hagiografía.

En el psicoanálisis relacional actual la tensión se establece entre dos polos, por un lado el polo genérico, gran ordenador relativamente invisible de las relaciones sociales, por otro lado el polo interno, en el que la tensión se establece entre las necesidades de afirmación yoica frente a la necesidad de ser reconocido y aceptado por el otro. Pienso que esta es una lección política que no deberíamos olvidar. Tiene su origen en la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel, pero no ha perdido ninguna vigencia.

Otro aporte interesante del pensamiento analítico contemporáneo, intentando pensar más allá de la clínica, apunta a la diferencia entre unas fuerzas políticas y otras: mientras la derecha conservadora, se apellide como se apellide, sufre del eje de la vergüenza relacionada con la debilidad: aquello que hay que negar a toda costa, a cualquier precio, y por tanto, el núcleo de su alteridad radical, su otro yo negado. La izquierda democrática, liberal y librepensadora, anda siempre a vueltas con la culpabilidad y con la reparación, lo cual le impide actuar con coherencia y entrar a menudo en posiciones de inhibición, cuando no directamente de masoquismo. En este sentido no se diferencia mucho del miedo escénico que sobreviene al sujeto para impedirle demostrar adecuadamente sus capacidades o sus competencias.

Es interesante en este sentido, el texto de Freud “Los que fracasan al triunfar” donde nos muestra cómo el significado prohibido – incestuoso, homicida ­­–,  del éxito, del logro, arrastra al sujeto al fracaso repetido, para escapar al castigo superyoico. Si aplicamos este razonamiento al comportamiento político actual, a lo mejor podemos comprender un poco más los derroteros de la nueva izquierda transversal.

 

 

[1] Lla política echa a perder el carácter dice en una carta a Abraham, probablemente más interesado en la política institucional del psicoanálisis que en el resto de cosas, condicionado por su condición de judío en un país que terminará intentando exterminarlos.

[2] Caparrós, A. Apuntes históricos al freudomarxismo. Dpto Psicología. Univ. Barcelona. Internet.

[3] Hélène Tesier Revista Alter . nº 6 enero 2010 . La psicología del yo.

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